martes, 15 de septiembre de 2009

DECÁLOGO DEL JÓVEN BATLLISTA (Por Enrique Tarigo)

1º - ESTUDIA

La política es un arte que, como tal, tiene sus reglas. Pero parte, fundamentalmente, del conocimiento de la realidad y se propone la introducción progresiva, por los medios que el Derecho pone a su servicio, de las modificaciones y los cambios necesarios para acompasar la realidad circundante a las exigencias, necesidades, los sueños de cada generación. Estudiar la realidad, entonces, para conocerla de primera mano, configura pues un deber insoslayable de todo quien quiera dedicarse a la actividad política. Y paralelamente al conocimiento de la realidad debe procurarse el conocimiento de las distintas soluciones que en nuestro tiempo y en otros países se han ensayado para superar dificultades y problemas que, por lo general, no son exclusivos de un solo país. Sólo el conocimiento adecuado de los problemas y soluciones nos liberará del voluntarismo, de ese mal tan generalizado aunque tan pocos lo admitan que consiste en creer que con sólo la voluntad pueden lograrse cambios y transformaciones, Un país no progresa únicamente porque en la letra de sus normas se estampen ideas generosas, sino si éstas resultan pasibles de llevarse a la práctica, si ellas no contradicen las reglas de la propia naturaleza humana, las reglas de la convivencia armónica de todos, las reglas de la economía y así, sucesivamente, Conocer en cada caso, el contenido de las proyectos que la sociedad a través de sus instituciones está debatiendo, saber las razones en pro y en contra que se esgrimen, es parte de ese estudio del que no puede prescindir cada joven militante que no aspira, simplemente, a militar por militar, sino a militar para comprender y para ayudar a los demás a comprender.

2º - PIENSA.

La política, como el derecho, se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. En el seno de un partido político democrático y liberal como el Partido Colorado y sin perjuicio de la disciplina partidaria de la que luego hablaremos, el pensamiento propio, libre, original, creador, no sólo es un derecho sino, también, un deber. Porque, en definitiva, el pensamiento del Partido se conforma con la suma del pensamiento de todos y cada uno de sus integrantes, desde el del más respetado y más conocido hasta el más nuevo y no bien conocido todavía. Las enseñanzas que emanan de las palabras y los actos de nuestros grandes conductores - digamos, para nombrar uno solo, José Batlle y Ordóñez - son eso y nada más que eso: una profunda enseñanza, una fuente de inspiración, una luz que nos sirve de guía. Nunca un dogma, una palabra o una idea o una concepción que no pueda variarse o contradecirse so pena de traición. Esta es, entre otras, una de las grandes diferencias entre los partidos liberales y los partidos autoritarios. Estos, a veces pretenden cubrirse con el manto de la denominación de "partidos de ideas", como si los partidos liberales no fueran también partidos de ideas. Lo que no advierten, o advirtiéndolo, encubren, es la diferencia entre ideas e ideología, concebida ésta como un sistema cerrado. Decía Raymond Aron que, en cierta medida, la ideología del liberalismo es una anti-ideología, y ello es cierto por cuanto el liberalismo no cree que la verdad haya sido dicha de una vez y para siempre ni, tampoco, que haya algo por encima del hombre y su libertad de pensamiento, que ha determinado el sentido y el destino de la historia. La afirmación de la libertad como valor superior, que es lo que en definitiva nos caracteriza a los liberales, determina que el pensar con libertad sea, para nosotros, un auténtico mandamiento.

3º - TRABAJA.

La política es también una ardua fatiga puesta al servicio de los ideales que nos han movido a dedicarnos a ella. No está destinada al perfeccionamiento individual sino al perfeccionamiento social. Supone, por consiguiente y en quién la practica de modo activo, no sólo la adquisición de conocimientos y soluciones para sí, sino una permanente tarea de difusión de ideas, de esclarecimiento, de debate, de discusión. El joven batllista que se inicia en la actividad política debe ser un propagandista, en todo tiempo y lugar, de los ideales y de las soluciones que su Partido propone. Y trabajar, cuando el verbo se aplica a la política, se abre un abanico de posibilidades que deben recorrerse todas, alternándolas si se quiere, pero sin descuidar ninguna de ellas, porque son todas, en su conjunto, las que ayudarán a conformar la personalidad del joven batllista, las que lo mostrarán, sin que él se lo proponga desde luego, como ejemplo de activista. Trabajar en el seno del Partido, en una u otra de sus agrupaciones según las preferencias que las maticen, las tendencias y aún los hombres principales de una u otra de ellas que nos marquen a cada uno, pero sin descuidar nunca el trabajo al servicio del Partido en su conjunto, que es y debe serlo siempre, un valor por encima de cualquiera de sus agrupaciones. Y trabajar fuera del Partido, en los ámbitos naturales en que cada uno se mueve habitualmente: el barrio en que se vive, el liceo, o la universidad en la que se estudia, la oficina y la fábrica en la que se prestan servicios. Trabajar hablando, enseñando, oyendo, recogiendo, intercambiando, sirviendo; y sintiendo, en definitiva, que la vida es nuestra y que nuestro es el porvenir y que ellos serán según lo que entre todos queramos que sean.




4º - LUCHA.


La actividad política es, casi por definición, una lucha constante. Pero es la expresión civilizada de la lucha. Ella tiende no a vencer sino a convencer. Por eso mismo, la lucha política no debe incurrir en actos que impliquen la utilización de la fuerza o la violencia. Frente a los cultores de la violencia - a veces vergonzantes, a veces disimulados, frecuentemente en espera de la mera oportunidad propicia - los liberales, afirmamos el significado de la lucha contra un perpetuo combate de ideas. De un combate frente a nuestros adversarios, pero fundamentalmente, frente a los sostenedores de las ideas antiliberales, frente a los admiradores de la fuerza, a aquellas "almas tutoriales" de que hablaba Vaz Ferreira. La lucha es, siempre, difícil y, frecuentemente, penosa. Que ello no nos arredre. Pensemos en cada oportunidad, aún cuando debamos enfrentar a un grupo más numeroso, más aguerrido, más vociferante, que rehuir la lucha, abdicar del derecho de expresarnos, a sostener la opinión propia o la opinión del Partido, será, quizá, la razón determinante de que uno, aunque fuere uno solo, que esperaba nuestra razones y nuestros argumentos que él adivinaba cercanos a los suyos, se sienta abandonado y aislado y opte por seguir el tumulto mayoritario. Los batllistas creemos que la lucha debe desenvolverse siempre en el campo de las ideas y somos, por eso, profundamente reformistas, porque sabemos - esa es la experiencia vital del hombre - que se avanza paso a paso. La lucha no es, para nosotros, la revolución, aunque para ensalzarla se la califique de social. La lucha es, para nosotros, el progreso constante, el perfeccionamiento de nuestras instituciones, de nuestra cultura, de nuestra sociedad. Y es una lucha, la nuestra, hermosa y desafiante, porque sabemos que si alcanzamos una cumbre, siempre hay otras más allá: "siempre claras luminosas y más altas cumbres hay".

5º - SE LEAL.

Leal para contigo mismo, antes que nada, que deberás posponer siempre tu propio interés, o el interés de tu grupo, a los ideales y a los intereses del Partido. Leal con tus compañeros de actividad con quienes frecuentemente competirás por cargos directivos o por distinciones, grandes o pequeñas, pero sin olvidar nunca que, más allá de esas competencia que es legítima y que es natural, está el Partido que es la gran causa que nos une a todos porque el Partido Colorado unido y fuerte es la mejor herramienta puesta al servicio de la República. Y aquí entroncamos esta reflexión con aquello de la disciplina partidaria, que mencionamos antes. Un partido profundamente liberal como el nuestro no sólo admite sino que ve con complacencia, la imaginación, la creatividad, el pensamiento original. Pero ese pensamiento propio, esa solución que creemos la mejor, es para exponerla en el seno del Partido, en sus comisiones, o en sus comités o en sus convenciones. Con entera libertad, naturalmente. Pero sabiendo, y sabiéndolo cada quién por sí mismo, sin necesidad de imposiciones que en nuestro Partido no existen, que, salvo situaciones excepcionales, de esas que se dan una vez cada tantos años, las razones propias deben ceder ante las razones de la mayoría. Porque un Partido es en sí, por un lado, la suma multitudinaria de las ideas y las voluntades de todos quienes lo conforman, pero es también, por otro, un conjunto homogéneo que tiene sus proposiciones y su voluntad que debe aunarse, no por imposición de nadie pero sí por convicción de todos, para que pueda en el enfrentamiento con otros partidos y con otras ideas, tener el peso decisorio que queremos que tenga.

6º - TOLERA.


"Tolera la verdad ajena en la misma medida que quieres que sea tolerada la tuya" decía Couture. En materia política quizá sea más difícil que en materia jurídica tolerar la verdad ajena. Las verdades políticas comprometen, frecuentemente aunque no siempre, convicciones profundamente arraigadas que han pasado a ser parte misma de nuestra personalidad pero, aún así, tolera. Tolerar no significa, naturalmente, ni aceptar ni callar. Significa sí escuchar con atención y con respeto y compartir o rebatir, según corresponda, en la misma forma. Recordemos siempre, aún en las instancias menos significativas o menos trascendentes, que la regla de oro de la democracia es la de la decisión de las mayorías y la del respeto a la voz disidente de las minorías. La tolerancia, decía Voltaire, es la panacea de la humanidad. La fórmula puede parecernos, quizá, una exageración, pero sabemos, y a esta altura los uruguayos lo sabemos, desgraciadamente, por experiencia propia, cuántos y cuan profundos pueden ser los frutos de la intolerancia, no importa el signo, la bandera o el "slogan" con que los intolerantes pretenden escudarse. Así como el gobierno democrático debe tolerar todas las opiniones, aún las que no son democráticas, mientras se mantengan en el plano de la opinión y debe sancionar de acuerdo a derecho las conductas que, so pretexto de cualquier ideología, configuren un delito, del mismo modo procedamos nosotros: toleremos todas las opiniones, aún aquéllas que combatimos más firmemente, pero no toleremos - denunciémoslas - las conductas que, amparándose en las ideologías, impliquen el desconocimiento de los derechos de los demás, el avasallamiento del contradictor, la prepotencia.

7º - TEN PACIENCIA.


"El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración", decía también Couture. Y si la afirmación es cierta para los abogados, y en general para cualquier profesional universitario, lo es aún, con más razón, para quienes se dedican a la actividad política. Paciencia para saber frente a cualquier actitud o a cualquier preferencia que nos parece no valora debidamente nuestros méritos, que lo importante es la labor que nosotros sabemos hemos hecho y que esa labor meritoria la destacaremos aún más acrecentándola, multiplicándola. Pensemos que es mejor dar que recibir y que dando y dándonos a nuestra misión, a nuestra vocación, a nuestro quehacer partidario, un poco antes o un poco después vendrá el reconocimiento a nuestra labor. Paciencia para con nuestros compañeros de Partido, sabiendo que aún en la discrepancia fortuita ellos y nosotros conformamos un haz de voluntades que no puede ni debe desatarse ni debilitarse. Paciencia para con nuestros adversarios con quienes debemos debatir y contender, pero a quienes también debemos escuchar con atención para lograr entresacar de su argumentación y de sus ideas aquéllas que, sin perjuicio de nuestro desacuerdo en lo principal, podemos aceptar y compartir. Paciencia para saber que quien ha decidido volcar su actividad a la política ha emprendido una tarea vital que muy probablemente le ha de insumir la vida entera y que, como decía André Maurois, la vida es demasiado breve para hacerla pequeña.

8° - TEN FE

Ten fe en la democracia, que es el único sistema de gobierno digno de hombres libres; ten fe en la libertad que no es otra cosa, en sustancia, que la afirmación de la dignidad humana; ten fe en el liberalismo político que es el único ideario compatible con la libertad y con las libertades; ten fe en el derecho como método para encauzar las discrepancias que genera la convivencia; ten fe en la igualdad de oportunidades, de que debemos beneficiarnos los hombres todos, sin distinción; ten fe en la solidaridad que, por hombres y por iguales, debemos sentir por nuestros hermanos; ten fe en el pluralismo, esto es en la libertad de creer, de pensar y de expresarse cada uno de acuerdo con sus convicciones y en el derecho de acceder, todos, a los cargos o a las tareas que nos asigne la ciudadanía; ten fe en le razón: máxima expresión de la condición humana y desconfía de todas aquellas ideologías que, por encima de la razón, quieren colocar un mito o una utopía, cualquiera que ellos sean; ten fe en nuestro Partido, en el viejo Partido Colorado que intuyera y que fundara Fructuoso Rivera en los albores de nuestra vida independiente, profundamente imbuido del ideal libertario; ten fe en este nuestro Partido Colorado que transformara profundamente José Batlle y Ordóñez insuflándole la ambición y las realizaciones de la justicia social; ten fe en este Partido Colorado de nuestro tiempo que cargado como siempre de un profundo y sabio pragmatismo, está abierto a todas las soluciones que afirmen la libertad, la democracia y la justicia social. Al hombre o a la mujer que se vuelcan a la actividad política y que a ella acuden con los aciertos y los errores que nos son connaturales a los seres humanos, nos están permitidas todas las equivocaciones. Todas, menos la de no tener fe en todas estas cosas fundamentales que afirmamos. Quien no tenga esa fe, esa total certidumbre, sepa que su campo de actuación no debe ser el de la política.

9° - OLVIDA

La política es - vaya si lo es - una lucha de pasiones. Por eso, a ella se aplica perfectamente la idea de que " si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor llegará un día en que la vida será imposible para ti". La política, quizá muchas otras actividades, quizá en un grado un poco mayor que otras, se realiza activamente entre un número limitado de personas. Quienes piensen dedicar su vida, en todo o en parte, a la actividad política estarán determinados a encontrarse una y otra vez con los integrantes de un círculo más o menos cambiante pero también menos o más incambiado, que ha dado en llamarse - aún cuando la denominación no sea exacta - la clase política. La dureza del combate, la aspereza de la lucha no deben hacer, en primer término, que el objeto deje de ser las ideas, las soluciones, los proyectos para transmutarse en una batalla personal. Pero aún cuando lo hubiera sido, porque no siempre es fácil evitarlo "concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota". Pensemos siempre que quienes sustentan una tesitura distinta a la nuestra, por infundada o equivocada que nos parezca, merecen que creamos que su propósito no es otro que el de servir al país. No pequemos por ingenuos, naturalmente, porque todos sabemos que hay quienes para poder plantear su propuesta de una nueva sociedad, necesitan que la nuestra acabe en la catástrofe. Pero seamos generosos, pensemos que más vale pecar por exceso que por defecto, por generosidad que por avaricia. Concedamos al adversario o al contradictor la buena fe de sus propuestas y sus soluciones hasta que nos convenzamos de lo contrario. Y, fundamentalmente, olvidemos los agravios recibidos, sabedores de que nuestra misión va mucho más allá de nosotros mismos.

10° - AMA TU QUEHACER POLÍTICO

Deliberadamente no quiero decir "ama tu profesión", porque la vocación política no necesariamente se traduce en la profesión de político, a diferencia de cuanto acontece con el resto de las profesiones. Quien siente vocación por el derecho o la medicina, luego de estudiar dichas disciplinas durante años, culminará sus estudios recibiendo el título de abogado o de médico. Y de ahí en adelante ejercerá su profesión por regla general. Su vocación coincidirá entonces con su profesión y en su quehacer de todos los días encontrará, al mismo tiempo, la realización de sus inquietudes intelectuales y su medio de vida. Con la política a veces acontece algo similar, pero no siempre. En la actividad política nadie se recibe de político de una vez para siempre. Cada cinco años, inexorablemente, los representantes del pueblo deberán someterse, una y otra vez, al veredicto de las urnas y resultarán reelectos o no. Y en otros destinos las contingencias de la vida política pueden determinar que los períodos de actuación resulten aún más breves. Pero la vocación política, si bien se expresa de mejor manera a través de un cargo político, no se agota en ninguno de ellos. Ni el candidato que no resultó electo porque no alcanzara los sufragios ni quien por avatares políticos debió renunciar al cargo para el que fuera designado, dejarán de sentir su vocación política ni dejarán de trabajar políticamente. Perdida una trinchera, se replegarán, simplemente, a otra, para desde allí continuar con su quehacer. Y tantos otros trabajadores esforzados del Partido, permanecerán siempre, por su voluntad, por su modestia , o por razones diversas en esta segunda trinchera. Y esa vocación política y ese quehacer político son los que deben amarse y no las trincheras, desde las cuales pueda combatirse por el ideal político del Partido. Los cargos generan, naturalmente, responsabilidades, mayores a medida que se asciende en la jerarquía. Pero el amor a la gente, a la vocación de servicio en que en definitiva se expresa la actividad política, no deben perderse ni por un minuto, so pena de traicionar la vocación misma.-

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